lunes, 9 de diciembre de 2019

EN EL REINO DE LAS TREPADORAS


 A medida que se avanza hacia los trópicos,
sentimiento de continuidad donde la ceniza se moja,
es lo que va quedando depositado en las diversas aldabas del
sueño cuyas llamadas suenan en la misma dirección 
que el enfriamiento del cuerpo y que el topo irreprimible del
[río.
Sucede con todo lo armado de soldaduras arbóreas,
por ejemplo, la plática visible o la que se mueve nada más
[o los remolinos de pelos centrando al insomnio,
cacarean en nosotros sus niveles
de trepadoras implacables.
Después ya es muy difícil saber si los frutos que caen de la
siesta son los goznes de esa puerta que íbamos a abrir hacia
[la nieve, hacia el tiempo estañado del frío.
Suena un aldabonazo que nos abrillanta los dientes,
nos dejamos caer desde las ramas de la siesta, pero no todo
[lo que relumbra es el oro que necesitamos.
Se extiende un rumor de aldabas que en realidad es
[alejamiento,
la forma más común de la nostalgia trabaja en esa nieve que
no vemos, las puertas de los ríos siguen cerradas, tal vez
[durante la noche. . . 
mientras lo maliciado real aumenta su sospechoso chapoteo
junto al acecho del circo del mono por el cual se une el alma
a la escalera rota del caimán.

A medida que se avanza hacia los trópicos,
la Lucha con el Ángel se practica en familia bajo los
lengüetazos que la necesitan tibia, depositada en las
relaciones interminables con el moho y en otros estuches
[de pláticas extravagantes,
esa tibieza reproduce un dibujo de correas atadas en las
[aldabas.
Abastecida por la bestial infiltración de los muertos,
coreada por las aldabas que suenan sin aparecer,
la Lucha con el Ángel hunde su aguzado pico en la
[añoranza de las puertas ya mencionadas,
luego la plática se mece nada más.

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