Escribir un nombre sobre un rostro, escribir un rostro sobre una
[ mirada,
esperar la señal de la noche en el color blanco de unas manos, retener la respiración como si fuera un secreto respirar;
no basta.
Un hombre no es un rostro,
un rostro no es la superficie de una mirada,
el dolor no es la piedra de toque del infinito, la argucia de vivir,
la belleza de unas manos es como un tránsito de guantes,
la belleza de unas manos es como un tránsito de guantes,
doloroso camino de la memoria a la verdad, del deseo a los labios.
Cada ruido proyecta en sí mismo su lado silencioso, su semejanza
con una frente inclinada, miradas que no aparentan ríos…
con una frente inclinada, miradas que no aparentan ríos…
He aquí este ejercicio alrededor de la vehemencia,
la obstinación inconfundible de los primeros temblores,
la obstinación inconfundible de los primeros temblores,
soñando un rostro, soñando un rostro
como una bella anticipación de la noche,
como una bella anticipación de la noche,
como una descarga del abismo de la belleza,
tal vez como símbolo de un mundo que busca el amor,
la apariencia intermedia de lo humano y lo espejo.
la apariencia intermedia de lo humano y lo espejo.
Soñar así, mirar, sentir el paso de las aguas por los espejos,
por las palabras que vamos diciendo,
por las palabras que vamos diciendo,
por la caricia,
cuando a las manos les nacen alas con forma de preguntas;
cuando a las manos les nacen alas con forma de preguntas;
soñar así, por las bocas buscándose,
¿acao eres tú esta mujer que beso? ¿Acaso eres tú?
Voz que está esperando a la noche en la puerta remota de la luna,
voz con fisonomía de viaje;
voz con fisonomía de viaje;
las palabras se cansan de volar y se posan jadeantes
en aquello que solamente nombran.
en aquello que solamente nombran.
¿Eres tú? ¿Eres tú? Pero no basta,
no basta saberlo,
ensayar un rostro en una palabra, buscar un rostro en una mirada,
intentar detener un río en la mitad de un abrazo, en la ola de una caricia,
intentar detener un río en la mitad de un abrazo, en la ola de una caricia,
acariciar un cuerpo en cuya blancura la noche nos sea concedida.
No basta, no basta saberlo,
respirar como si fuera cierto que así respiramos,
como si el aire tuviera la forma de nuestro sueño.
como si el aire tuviera la forma de nuestro sueño.
No basta.
Y el silencio levanta la cabeza y me mira.
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