Tal vez sea este recuerdo;
la frase nacida en el légamo de un sueño como un insecto indeciso y
[ brillante.
el crujir de unas alas azules y negras, algo de ti y de mí,
ceremonia pequeña y terrible.
ceremonia pequeña y terrible.
El ave cuyo vuelo cumple por un momento la forma de la tarde,
tú caminando junto a mí en el sitio donde no debimos mirarnos,
tú caminando junto a mí en el sitio donde no debimos mirarnos,
yo tomando en tu mano ese calor errante del poniente, el ademán de
[ un mundo sofocado.
el sol de pie como un árbol al final de la loma.
Extraño territorio que la mirada encuentra en su propia invención,
invisible creación de los hechos;
invisible creación de los hechos;
memoria, brusco pez en el alma, rictus de océano,
deseo que se quiebra sobre el pecho intentando el atardecer.
Tal vez eso sea el recuerdo,
Tal vez eso sea el recuerdo,
tú en la ventana, asomada y retrospectiva bajo la luz distante.
No, no se recuerda nada,
la mirada extendida, curvada por el peso de aquello que no mira,
que no necesita comprender,
que no necesita comprender,
la penumbra que queda en las palabras…
No es tu boca que sube de deseo en deseo
hasta su sitio nocturno,
no es tu piel acumulada en el mar
como una sentencia profética,
no es tu rostro que vuelve a pasar por las aguas de estas palabras,
no es lo que conspira en el fondo mismo de la añoranza como la
hasta su sitio nocturno,
no es tu piel acumulada en el mar
como una sentencia profética,
no es tu rostro que vuelve a pasar por las aguas de estas palabras,
no es lo que conspira en el fondo mismo de la añoranza como la
[ señal de una antorcha apagada bajo la lluvia.
Es mi cuarto que gira como un animal herido,
es mi cuarto en silencio, la cama inmóvil, a la deriva de sí misma
[ como un objeto devorado por su nombre.
Por la ventana entra esa luz de enfrente, esa luz amarilla que no me
[ revela,
y yo escribo estas palabras, una junto a la otra, ninguna junto a ti ni
[ junto a mí,
y al consignar un ademán tuyo, un acto tuyo, te veo desaparecer en
[ estas palabras
y todo es inventado de nuevo:
el mar que toca con un dedo el color de las conchas cuando el sol
[ de la tarde las domina,
la carretera donde el anochecer y el auto se enlazan en una nueva
[ medida de tiempo,
ese cuarto de hotel que no está en este cuarto,
tú asomada a la ventana, volviéndote hacia mí,
hablando de la noche, de los astros que brillaban lejanamente
como ausencias de infancia,
hablándome del bosque que viene a sentarse a la orilla del pueblo
y lo contempla tristemente.
hablando de la noche, de los astros que brillaban lejanamente
como ausencias de infancia,
hablándome del bosque que viene a sentarse a la orilla del pueblo
y lo contempla tristemente.
Es aquel primer día en que vimos al otoño poner en los árboles
su nombre sin peso,
su nombre sin peso,
es esta superficie donde el sueño es la única pisada que puede
[ escucharse,
pies descalzos que cruzan su propia memoria,
tu desnudez donde las aguas más lejanas del mar venían a
[ golpearme, a llevarme con ellas,
la luna que sube entre los pinos como un deseo de acariciar,
tu nombre usado por la noche como una gran piedra blanca.
tu nombre usado por la noche como una gran piedra blanca.
Es esta noche y este regreso,
es mi cuarto que gira como un animal herido,
es la brisa que sale de las manos abiertas de los árboles,
es el silencio inclinado sobre el vacío
como la cabeza de un rey anciano.
como la cabeza de un rey anciano.
Es esta ventana entregada a la noche, es esta noche detrás de esta
[ luna, más allá de ese círculo vicioso;
el vago sentimiento de cristal o límite al cerrar la ventanilla del auto,
abajo la ciudad iluminada y muerta, y estas palabras o nada
abajo la ciudad iluminada y muerta, y estas palabras o nada
al volverme hacia ti y contemplarte.
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